lunes, 30 de agosto de 2010

Origen y Desarrollo del Desalojo

Bárbara Del Carmen y María Albertina Gaez Hinostroza, hijas de Eugenio Gaez y Amelia Hinostroza (en primer plano), junto a su sobrina Claricia Por el curso natural de la vida, los hermanos de Eugenio Gaez fueron falleciendo, ante esto y por orden de su madre, Claudina, le entregó a él el cuidado del terreno. Bárbara nos cuenta haber escuchado a su abuela decirle a su padre: “Hijo, ahora tú tienes que cuidar el campo, porque ya te vas quedando solo, vas a tener que poner orden y cuidar, que no vayan a venir animales ajenos, mantener y cerrar cercos y trancas...”

Colindante al terrero de los Gaez vivía una familia apellidada Gallardo, la de Alberto Gallardo, vecino que realizaba habituales visitas de cortesía a la familia. Se recuerda que era la década del sesenta y una de esas habituales visitas fue realizada por Alberto Gallardo para informarle a Eugenio Gaez que se había hecho propietario de la parte de su hermana fallecida Rosario Gaez, al igual que las partes de Ana Gómez y Doralisa Loncochino, viudas de sus hermanos, y además, para solicitarle categóricamente que le hiciera entrega del terreno completo, ya que él deseaba dejárselo en herencia a sus hijos.

“Estábamos nosotros para cenar, recuerda Bárbara, cuando de repente llegó, estuvieron conversando, tarde ya de la noche se fue y cuando se fue le dijo a mi papá: compadre Eugenio, le dijo, yo vengo, le dijo, que usted me haga entrega del campo, porque yo he comprado tantas parcelas y quiero que usted me lo entregue y mi papá le dijo: y, ¿a quién le compró?. La primera compra que tengo, le dijo, y aquí están los papeles, es a su hermana Rosario Gaez Huenuqueo (era casada con un Díaz, y ella nunca vivió dentro del campo porque el finado de su marido era inquilino y vivían de inquilinos en otras partes), y entonces mi papá le dijo: y la Rosario qué le iba a vender cuando ella no ha venido ni hacer ni una huerta dentro del campo, no sé, le dijo, pero ella me vendió, su marido me vendió, son casados. Más de ello, dijo, tengo compra de la Ana Gómez (que era casada con Gaez), la Doralisa, era Loncochino (y era casada con Gaez), todas esas me vendieron y yo necesito mi terreno porque quiero dejarle una parte a mis hijos”.

La solicitud realizada, tomó por sorpresa a Eugenio Gaez, quien a pesar de ello, no expresó como respuesta una negativa absoluta, sino más bien, le entregó como contrapropuesta que le cedería un total de 50 hectáreas, argumentando que no podía desprenderse de la totalidad del terreno, ya que era la única fuente de sustento para la familia y el futuro de sus hijos, propuesta que fue respaldada por su esposa Amelia. El argumento no fue aceptado por Alberto Gallardo y esto representó el término de las visitas cordiales.

Féliz Zenteno Gaez, Fernando Osvaldo Gaez Hinostroza, Juan Gaez y Amelia Hinostroza Hinostroza (de izq. a der.)

Pasados dos o tres meses y a través de carabineros, Eugenio Gaez recibe notificación para comparecer en el Juzgado de Puerto Varas. Acude a esa instancia, se encuentra con Alberto Gallardo y es informado que ha sido demandado para entregar sus tierras, porque es un ocupante. Eugenio Gaez, desconoció tal demanda y señaló no tener obligación, ya que vivió en terrenos heredados por sus mayores, que habían inscrito en tierras indígenas y que no se pueden vender o ceder bajo las leyes chilenas.

Transcurrieron dos meses y son visitados por un receptor acompañado de carabineros quienes le entregaron la primera orden de desalojo.

La comunidad pierde la tranquilidad. Se iniciaron constantes y amedrentadoras visitas de la fuerza pública con la clara advertencia del desalojo, produciéndose fuertes diálogos y enfrentamientos, quedando en evidencia la férrea oposición de las familias.

Una tarde de lluvia de agosto de 1967, Eugenio Gaez se daba a las tareas del campo y fue avisado por el hijo de un vecino de la llegada masiva de más de sesenta carabineros que acompañados por Alberto Gallardo se aproximaban cercando su casa, llevaban herramientas, alambres y estacones, para fijar los nuevos límites. Alertado, Gaez corrió al sitio indicado seguido de Amelia, hijos y otros que iban a pies y a caballo.

Eugenio Gaez fue golpeado y amarrado a un estacón, lo cual provocó la ira de los hijos y familias, quienes haciendo uso de herramientas, palos y otros lo defienden, desatándose la más aguerrida gresca que se recuerde.

“Yo me quedé en la casa, todo el tiempo me tocaba quedarme en la casa, nos cuenta Bárbara, y llegó el chico corriendo otra vez y me dice: se armó una tremenda pelea porque mi abuelito cuando llegó le pegaron y lo fueron a amarrar a un cerco colindante con los Pohl, lo hicieron saltar la cuneta y lo amarraron en el estacón del cerco, en eso llega mi mamá, y ella lo iba a desatar, entonces los carabineros le pegaron a mi mamá, y mi mami se defendió con un machete y ahí se armó una gran pelea…”

Eugenio Gaez es liberado y logró huir y refugiarse junto a su familia en la casa de una hija en la ciudad de Puerto Montt. Posteriormente, fueron todos encontrados y encarcelados a excepción de uno de los hermanos, motivo por el cual, a diario, carabineros invadía el hogar de Eugenio Gaez.

“Llegaban y daban vuelta todo lo que había, recuerda Bárbara, fue una cosa tan terrible si nosotros no nos podíamos ni sentar a tomar una taza de café o un mate, los carabineros ahí, todos los días…”

Eugenio Gaez Huenuqueo fue condenado a cuatro años de cárcel; sus hijos Osvaldo y Gregorio a dos años y Amelia a tres meses, siendo recluida en la cárcel de Puerto Varas.

La condena recibida no fue mayor gracias al respaldo obtenido por la dirigencia nacional y local del Partido Comunista de Chile de la época, quienes pusieron a disposición de la causa al abogado Hugo Ocampo Paniagua y enviaron a un corresponsal del diario El Siglo para detener el hostigamiento de carabineros y denunciar a nivel nacional el atropello. Esta última acción, significó, finalmente, el término de los enfrentamientos con la fuerza pública.

La familia Gaez Huenuqueo, no declara haber tenido simpatía ni militancia política.

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